lunes, agosto 13, 2012

sensaciones 2



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domingo, diciembre 24, 2006

Feliz Navidad

Niñas y niños, mañana es Navidad. Y aunque nunca he sido cristiano más allá de aquel año en que hice la primera comunión, he de reconocer que siempre me han gustado mucho estas fiestas. Si echo mano de los recuerdos, con sinceridad, incluso aquellas Navidades que no fueron todo lo buenas que me hubiese gustado, también fueron buenas. Y no me refiero sólo a aquellas en las que el amp;gr@! de mi hermano me pegó las chinas y él, ya recuperado, se fue de farra por ahí con toda la familia mientras yo, depauperado y febroso, me quedaba en el sillón del salón, viendo como Sabrina enseñaba aquel pezón, tipo paellera, muy acorde con el, y perdonen la vulgata, teta que lo sostenía. Ya digo, no me refiero sólo a esta, que, desde luego, fue memorable - creo que casi nadie lo vio en directo como lo vi yo, a excepción de mucha gente mayor; sino recuerdo mal a mi vecino le tuvieron que dar agua con azucar a ver si le pasaba el polvorón con el que se había atragantado mientras gritaba "¡Madre de di... ghrlrrrr!", o eso le entendí a través del tabique-. No, no me refiero sólo a esas.

Incluso aquellas en las que la cercanía de la desaparición de un ser querido convertía las fechas navideñas en algo doloroso, el estar con la familia, el tener cerca a las personas que queremos, es un gran regalo. Es más, aquellos que tenemos algunos años - pocos, no se vayan a creer... ¬¬ - sabemos que durante estas fiestas hay tiempo para la fiesta y el polvete en el baño con alguna prima o cuñada o amiga de la novia del vecino que se deje llevar por el cava - con los primos es más jodido por el miedo a que lo trinquen a uno con según que cosas en la boca, sobre todo teniendo en cuenta que una fina puerta de baño te separa de la madre y, lo que es peor, del padre del interfecto-. También, en un momento u otro, y casi siempre sin que el resto repare en ello, nos acordamos de los que faltan, aquellos que aunque no están, siempre estarán.

La mayoría ya se habrá dado cuenta, pero por si algún despistado/a no se ha caido, esto no es uno de mis escritos al uso. Y os preguntareis por qué. Este año, a diferencia del anterior - que menos mal que terminó cuando sonó la última campanada del 31 de diciembre pasado-, tengo que darle las gracias a mucha gente y a muchas cosas (No se preocupen, no voy a hacerlo aquí). Pero si me gustaría desearles una feliz Navidad a tod@s, que puedan pasarla en compañía de sus seres queridos y que no olviden retozar todo lo que puedan - eso sí, no sean idiotas, retocen todo lo que puedan pero siempre con condón... de esos adornados con bolas navideñas-.

Lo dicho, FELIZ NAVIDAD, gente.

8X


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jueves, noviembre 23, 2006

A la chica del dibujo...

Mi querida amiga del dibujo:

Siento que ayer la cosa terminara de aquella manera. Pero lo siento de forma relativa. Porque, por mucho que me pese - y me pesa mucho más a mi que a ti, te lo puedo asegurar -, era necesario que yo supiera y que tú te decidieras. Al final, en todo esto, lo importante es que consiguieras decidirte. Y espero que hayas decidido bien, que tengas una vida plena, llena de amor y felicidad. No se puede mantener la ficción de que no pasa nada, que es posible mantener un juego sin que se pague prenda por ello, por mucho que el juego nos halague, no porque crea que jugar sea malo, todo lo contrario, eres tú quien piensa que jugar es malo. Y si es así, no lo hagas, porque ayer no pasó nada, pero podría haber pasado... sino hubiera sido yo, cosa que también me preocupa. Porque sino hubiera sido yo hubieses terminado llorando, o alguna cosa peor. Y creo que es lo suficientemente preocupante como para que te plantees no volver a hacerlo, a no ser que estés dispuesta a afrontar lo que provoque. Y me consta que no estás dispuesta. Sé que ahora estás indignada, y que es posible que esto que te voy a decir te cabree mucho más, pero me puedes seguir considerando tu amigo. No sería tu amigo sino fuera capaz de ver con la suficiente perspectiva y frialdad que es necesario y bueno para ti, bajo mis parámetros, que no son los tuyos - en gran parte porque vives en el mundo de la gominola -, aunque sea malo para mi o aunque tenga un costo propio para que tú seas feliz. Puede que ahora no lo entiendas, sé que ahora no lo entiendes, pero es así.

En lo sucesivo te dejaré un sobre en recepción. No me olvido de nuestra "transacción". Vive mucho, y vive según tus convicciones, no hagas trampa o es posible que te encuentres con alguien mucho peor que yo preguntándote que tienes que hacer hoy, a las nueve de la noche.

P.D.
Echaré de menos hablar contigo...

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jueves, noviembre 02, 2006

Apariencias y apetencias

Niñas y niños, no a mucho alguien me echaba en cara una frase que dije sobre el físico de las personas. La frase exacta fue que no me veía acostándome con una persona que tuviera exceso de peso. Desafortunadamente es cierto que la dije. Imaginaba que el sexo con una persona que tuviera exceso de peso sería incómodo y, para que voy a negarlo, el exceso de peso no era algo que me fuera muy atractivo. Pero como la frase la dije en el año de la parrala, y quien me la echó en cara fue una amiga en relación a otra amiga, cuyas razones para hacerlo eran, y siguen siendo evidentes, pues como que le di la importancia justa que tenía.

Lo cierto es que esta víspera de todos los santos, tomando una copa en un antro de perdición en donde había un concierto de F.R. Davis (que para quien no sepa quien es le aconsejo que se trinque algún recopilatorio de música de los 80), conocí a un alegre grupo de chicas que celebraban su renovación de contrato en la Administración Pública. No sé muy bien porqué terminé hablando con una de ellas sobre un tatuaje cuyo borde asomaba indiscretamente por su generoso escote. Aunque las demás hacían intentos por mantener una conversación, yo siempre volvía a hablar con la chica del tatuaje. Creo que lo que me atrajo de ella fue su risa franca - es raro pero, normalmente, nos reímos de forma comedida, contenidos. Es extraño escuchar carcajadas, y cuando pasa inmediatamente contagia sonrisas a las personas que las escuchan- y sus ojos verde claro que miraban con la misma franqueza que sonaba su risa.

Cuando terminó el concierto sus amigas se fueron despidiendo en un goteo que duró aproximadamente una hora. Nosotros apuramos las copas hasta que, con la amabilidad característica, un camarero nos echó.
- ¿Te llevo a casa?-
- No pensarías dejarme tirada aquí.- risas.
- Espera, que paro un taxi...-
- No hace falta. Vivo dos calles más arriba.- más risas. Llegamos al portal en un santiamén. - Este es el mío. ¿Quieres subir a tomar... er...? Bueno, ¿Quieres subir?-
- Me encantaría.- vivía en el segundo piso, pero a partir del rellano se hizo evidente que sino nos dábamos prisa no llegaríamos vestidos a su puerta.

El sexo estuvo muy bien y, además, fue divertido y muy tierno. A las siete de la mañana preparé tostadas y café con un gato de angora que me observaba desde el poyo de la cocina como si yo fuera un alienígena, mientras me afanaba, en pelota picada, para no hacer ruido - a propósito, el gato se llama Madler (jajajajaja)-.

El olor a café la despertó. Me miró como extrañada. - Todavía estás aquí.- dijo mientras se incorporaba.
- Si sé que te molestaría verme aquí, me hubiera marchado.- dije colocando la bandeja más cerca de ella.
- No, no es eso, es que normalmente cuando he traído a alguien de noche, por la mañana ya no está...-
- No me creo una palabra.-
- ... es porque se despiertan, me ven durmiendo al lado a la luz del día y escapan horrorizados.- casi se atraganta al intentar reírse y comer una tostada al mismo tiempo. A mi no me hizo ninguna gracia.
- No creo que seas horrorosa.- ella me miró un momento antes de proseguir.
- No busco nada serio, sólo...-
- Yo también estoy en esas.- dije con una sonrisa. - ¿Te ha dicho alguien que es una estupidez taparse el pecho tan pudorosamente con la sábana delante de la persona con la que has estado follando toda la noche, sobre todo cuando esta habla contigo sentada en el borde de la cama en pelota picada y con media prometedora erección?- pregunté mientras tiraba poco a poco de la sábana y ella volvía a sonreír dejándose hacer.
- Me lo han dicho mucho.- me susurró en el oído.

Terminamos almorzandonos las tostadas y el café frío.

- ¿Me llamarás?- preguntó desde la puerta.
- Sólo si prometes coger el teléfono.- sonrió.
- Lo prometo.-
- Entonces, sí.- creo que la llamaré mañana, viernes, y, sino tiene planes, la invitaré a almorzar a mi casa, pollo a la cairatraca. Y, si logramos vestirnos a tiempo, después un cine, unas copas en el bar de un amigo y la acompañaré a su casa, a ver si me enseña otra vez el tatuaje al completo y logro desentrañar que me quiere decir Madler con esa penetrante mirada, ¿La verdad está ahí fuera?

P.D.
A ella también se lo dije y casi se mea encima. No tenía ni idea que los tangas dieran tanto de si...

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martes, octubre 24, 2006

Deseo...

¿Y qué te escribo?

Imagino que esperas algo que te ponga a cien cuando lo leas. Que esperas que te diga que cada vez que te tengo cerca quiero arrancarte la ropa violentamente y poseerte en el suelo. Que me encantaría besarte en el hueco que hay entre tu cuello y la clavícula mientras te acaricio el pecho con una mano y paseo lo dedos de la otra por tu sexo. Que me gustaría sentarme en el sillón del salón, encender un pitillo y ver como te desnudas sin que dejes que te toque. Que me gustaría vendarte los ojos y atarte a la cama para acariciarte, besarte, lamerte hasta que me supliques que te penetre, furioso, sin comedimientos, hasta hacerte gritar con la respiración entrecortada y el corazón a punto de salírsete del pecho. Que me gustaría ver como te ruborizas al sentir mi sexo rozando tu espalda.

Esperas que te diga que te deseo cuando me acuesto a las tantas, que deseo ducharme contigo, que cada vez que pienso en ti siento un estremecimiento que me hace cambiar de postura si tengo unos vaqueros puestos, que me llevo la mano a la entrepierna si te imagino desnuda. Esperas que te diga que un día perderé los nervios y me abalanzaré sobre ti, que te apretaré contra mi para que te puedas resistir y, aún así, besarme cuando me apartes poniendo tus manos en el pecho.

Pero no te lo diré, porque ya lo sabes. Sé que lo sabes.

Deseo. Es algo que no controlamos, que existe como una cuerda tensa entre los dos, que no se va, no desaparece, no se pierde, que reluce en nuestros ojos cuando nos miramos, cuando nos mantenemos a distancia en la cocina, como si temiéramos que un roce hiciera saltar la chispa que ponga en marcha una máquina que se alimenta de ese deseo. Y vuelta a empezar. Una y otra vez, con cada rotación terrestre.

Y a propósito, mañana estoy solo, ¿Tienes algo que hacer? Porque tenemos algo pendiente que estoy harto de posponer.

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miércoles, octubre 11, 2006

A ciegas...

Niñas y niños, juro que no buscaba gresca, sólo me iba con una chica que acababa de conocer aquella noche. La primera vez que la vi pasó a mi lado casi sin preocuparse de que alguien la empujara, se paró cerca de mi y se volvió. Fue entonces cuando me di cuenta que era ciega.
- No te conozco, ¿Verdad?-
- Verdad.-
Hablamos un rato, no mucho y me dijo que porqué no nos íbamos de allí. El garito estaba a rebozar y no era fácil dar un paso. Ella se mantenía pegada a mi espalda cuando nos parábamos en medio de la gente. Sentía el calor de su cuerpo a través de la ropa y el vaivén de sus pechos cuando comenzábamos a andar de nuevo. Tres pasos, cuatro pasos, cinco pasos, y el calor de su cuerpo contra mi espalda otra vez. Olía a Maruzzia cuando se despegaba de mi. Siempre me han gustado esos perfumes que sólo parecen vivir en el momento concreto en que se deja un resquicio entre los cuerpos para retirarse discretos en el aire un segundo después. Poco a poco nos íbamos acercando a la riada humana que se dirigía a la salida a pocos metros de los baños. De repente, la gente a la que iba diciendo "Disculpe", "Con permiso", "¿Me permite?", se apartó dejándonos paso franco. - Que suerte - pensé, hasta que vi a donde llevaba el pasillo de gente. El paso lo cerraba una mole rubia de ojos claros que avanzaba hacia nosotros con los brazos abiertos y el cuerpo echado hacia delante. A ella sólo le dije "Espérame aquí un momento, vuelvo enseguida".

Nunca he sido muy corpulento, y jamás me ha gustado pelear, pero tengo treinta y siete años, ya no me engaño. Si ves a alguien a quien no conoces que se acerca a ti con ganas de pelea sólo tienes tres opciones; o huyes rezando para que el otro no corra más que tú - en este caso no podía huir, y no pensaba dejar a aquella chica allí en medio -, dejas que te partan la cara - cosa que me atrae tanto como comer vitriolo -, u optas por enfrentarte al matón en cuestión - en este último caso por lo menos tienes una oportunidad -. Caminé decidido hacia el rubio, que aceleró el acercamiento. Cuando intentó agarrarme con la mano izquierda me giré con el puño izquierdo recto a la cara, su cabeza giró en el mismo sentido en que le alcanzó el golpe, solté un croché con la derecha que le hizo trastablillar hacia atrás, adelanté otros dos pasos y le golpeé con el puño seco en el plexo. Se arqueó hacia delante cayendo de rodillas. Por un segundo pensé que se había acabado, pero el muy imbécil intentó cogerme desde el suelo con la mano derecha. Se la doble hasta que oí crujir algún hueso de la muñeca. Cuando mi abuelo me obligaba a practicar boxeo con él siempre me decía que en una pelea normal no había guantes que amortiguaran los golpes, ni protectores de cabeza, y que, para acabar con una pelea, no solía bastar un puñetazo. He de decir que, por desgracia, suele ser cierto.

Mientras la bestia rubia se retorcía de dolor en el suelo volví sobre mis pasos a por la chica. Dimos un pequeño rodeo entre la gente que se agolpaba a su alrededor y salimos fuera. Paré un taxi y simplemente le dije al chofer que avanzara. Después de cercionarme de que nadie nos seguía la miré con detenimiento. Tenía la cara ovalada, con ese tipo de nariz pequeñita que parece imposible deje pasar el suficiente aire a los pulmones. Sus ojos tenían el azul lechoso que he visto otras veces en personas ciegas y las luces de las farolas parecía hacerlos relucir como los de Rydick en Pich Black. Daba la impresión de ser más joven, pero tendría unos cuarenta y pocos. Era evidente que estaba nerviosa.

- ¿Dónde quieres que te deje?- me agarró la mano.
- Me gustaría pasear un rato. Estoy un poco nerviosa para meterme en casa.-
- Déjenos en la Avenida Marítima.- el taxista se limitó a asentir.
La Avenida Marítima corre paralela a la ciudad, y llega desde el muelle de carga y descarga de mercancías hasta más allá del muelle deportivo. Varios kilómetros de mar acotado a donde la gente suele ir a pasear. Allí nos dejó el taxi.
Durante casi un kilómetro no dijo nada. Sólo el sonido del mar y ella cogida a mi brazo, hasta que llegamos a una pequeña terraza.

Nos sentamos en una mesa al lado mismo de la marea. Pedí un wisky, ella sólo quiso agua.
- ¿Me lo vas a contar?- pregunté en cuanto el camarero nos dejó las copas.
- ¿Le pegaste?- parecía preocupada.
- Él intentó pegarme a mi. ¿Quién es?-
- ¿Le pegaste muy fuerte?- empecé a dudar que estuviera interpretando bien su preocupación..
- Lo sufiente como para poder salir de allí. ¿Me vas a decir quién es?-
- Alguien que cree que soy incapaz de valerme por mi misma.- había cierto deje de rabia en su voz.
- Y, ¿Por qué yo?-
- Me gustó tu olor.- no quiso hablar más sobre el tema. El resto de la velada pasó entre charla de lo más intrascendental. Nos reímos un rato, nos hicimos carantoñas y hubo sexo en su casa. No puedo decir que lo pasara mal, y creo que ella tampoco. Después nos quedamos dormidos.

A las siete y media de la mañana me marché mientras ella aún dormía. No le dejé mi teléfono, y a mi tampoco me interesaba el suyo. Ya digo, tengo treinta y siete años, no me engaño. Sé cuando una mujer busca sexo por despecho.

Después de aquello estuve casi un mes sin aparecer por el garito, mi intuición me decía que era mejor para mi salud. Cuando finalmente me decidí a volver por allí, al acercarme a la puerta, la vi salir agarrada al brazo izquierdo de la mole rubia, su mano derecha lucía una fédula de yeso. Relajé el paso mientras se alejaban y ella giraba la cabeza agitando las aletas de su diminuta nariz.

Le gustó mi olor... Desde entonces estoy tentado de cambiar de colonia.

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lunes, septiembre 11, 2006

Verano, que poco duras...

Niñas y niños, se me ha acabado el mes de Agosto y, como siempre, sigo pensando que tiene muy pocos días, que esos treinta y uno del calendario son para engañar y que, a lo sumo, tiene diez. Este Verano no me he complicado demasiado la vida, alquilé un apartamento y me largué en busca de sol y arena a la mayor velocidad que pude, que fue mucha. Aunque la nevera estaba hecha para liliputienses, el resto del apartamento estaba muy bien, un sitio tranquilo, a tiro de piedra de la playa y, si se quería, a cinco minutos de un centro de ocio y perdición muy coqueto y puesto. Fue a mitad de mes cuando, aún teniendo la playa a dos pasos, casi al mediodía, opté por quedarme en la piscina de los apartamentos; también pequeña, coqueta y tranquila, precisamente por eso, la mayoría prefería irse a la playa.

Estaba justo al lado de la recepción, lo que impedía que los ávidos de sitios tranquilos que no fueran vecinos del complejo atacaran como vándalos el lugar. Busqué una tumbona que no estuviera muy cascada en el lado contrario a la entrada, dejando en medio la piscina. No había nadie. Me puse los cascos, encendí un pitillo y abrí el periódico. El sol de mitad de Agosto me fue calentando el cuerpo poco a poco, hasta que noté una gota de sudor que rodaba perezosa sien abajo.

Me metí bajo la ducha; el agua estaba tibia por el efecto del sol dando de pleno en las tuberías. Después me lancé a la piscina, fría y con olor a cloro. Mi piel pareció crepitar al entrar en contacto con el agua. Una brazada, dos brazadas, tres brazadas y estaba en medio de la piscina, flotando a dos metros quince del fondo.

El Verano da una perspectiva muy diferente del aislamiento, porque, por mucho que quieras, siempre estás rodeado de gente que ríe, de niños que corren, de madres que gritan y de abueletes que se quejan en silencio de lo incómodo del asiento de lona bajo la sombrilla. Si se presta atención se puede observar como algunos se sumergen más allá de la frontera de cuerpos que alfombran los seis o siete primeros metros de agua a partir de la orilla para emerger uno o dos minutos después, depende de la capacidad pulmonar, renovados en el silencio de sonidos amortiguados de chapoteos, motores de motos acuáticas y lanchas que son tratadas como si fueran yates por paletos con gorrita de capitán de barco, que no respetan la normativa de no acercarse a menos de cien metros de la orilla.

Yo, para aislarme, uso el mp3 del móvil y un libro o el periódico, aunque tampoco es que sea muy efectivo, siempre hay niños que corren por en medio del ínfimo espacio que queda entre las toallas o imbéciles que piensan que pueden jugar a las paletas o al football en una playa atestada.

Salí de la piscina después de haber intentado bucear el largo de la piscina y haberme sorprendido agradablemente al conseguirlo. Ya estaba lo suficientemente moreno como para dejar el protector solar y pasarme al aceite de coco, cosa imposible en la playa a no ser que se quiera correr el riesgo de quedar como una croqueta. Me eché en la tumbona untado como una tostada, pensando en los exiguos quince días que me quedaban de vacaciones, cuando entró en la piscina una chica con aire tímido que no reparó en mi. Cargaba con una voluminosa toalla que soltó con alivio en otra tumbona, un sitio discreto lejos de la puerta del recinto. Después de quitarse la camiseta paseó por el borde del agua, miró a un lado y a otro con cierto disimulo, y se quitó la parte superior del bikini antes de tirarse a toda prisa de cabeza a la piscina. El pelo, ligeramente rojizo, le llegaba a la mitad de una pecosa espalda.

Esa es, en parte, una de las mejores cosas del Verano, poder observar con toda impunidad los cuerpos semidesnudos de mis semejantes, todos en tropel, uno tras otro, durante horas y sin ningún tipo de sentido clínico o pudoroso, es decir, por puro placer voayeristico. Llegas a darte cuenta de que la arruga es, de verdad, bella, que no existen pechos feos, que los españoles y españolas estamos cogiendo la costumbre anglosajona del estilo botijo corporal - también los niños, hay que joderse - o que tener los músculos a reventar sólo sirve para aprender a pedir disculpas cada tres pasos en la arena en diez idiomas diferentes.

Ya más relajada, la confiada pelirroja se dedicó a hacerse unos largos, sumergirse, intentar alguna cabriola de gimnasia sincronizada, con bastante poca elegancia aunque sí con mucho ahínco, y, por último, hacer el cristo con los ojos cerrados. Por el color cuasi transparente de la piel era evidente que no llevaba mucho tiempo de vacaciones, y también era evidente que le haría falta un factor treinta y cinco, por lo menos, sino quería parecer una gamba al día siguiente.

Subió las escaleras de la piscina, sus pezones demostraban que iba tonificada, y se dedicó a escurrirse el pelo. Fue en uno de sus cabeceos a un lado y otro cuando se dio cuenta de mi presencia. Recompuso su estatus intentando hacerlo con cierta dignidad, cruzó los brazos delante del pecho, se dirigió a la tumbona colocando la inmensa toalla como pudo con una sola mano mientras con la otra se cubría el torso sujetando la camiseta. E hizo como que no pasaba nada, cosa que era cierta.

Si le echo un poco de imaginación puedo darme perfecta cuenta del porqué de su reacción. Es decir, me estoy escurriendo el pelo, después de haber hecho un rato el pato en el agua, plenamente convencida de que estoy sola en la piscina y, de repente, miro a una esquina y veo a un tío espatarrado en una tumbona, casi negro y con la piel reluciente que sonríe como un imbécil mientras, imagino que con toda probabilidad, me está mirando las tetas... Y es cierto, le había mirado las tetas - a quien voy a engañar a estas alturas - pero no en aquel momento.

Al día siguiente me la encontré en el supermercado y me sonreí, ella me volvió la cara indignada, seguro que pensando que me sonreía recordando sus pechos, cuando en realidad mi sonrisa se debía a que no se había puesto protector y parecía una langosta del Pacífico demasiado cocida.

Mi tiempo de asueto veraniego ha llegado a su fin. A lo largo de las noches de calor de este Agosto triunfé como la CocaCola algunas veces y otras me fui al apartamento de vacío, conocí a gente estupenda y me reí bastante. Sin embargo, una de las cosas de las que más me acuerdo es de la chica pelirroja y su indignación. Me hubiese gustado preguntarle a que se debía tanto pudor porque alguien le estuviera mirando el pecho, aunque fuera en su calenturienta imaginación, aparte de prevenirla de los males de no ponerse protector solar...

Tal vez el año que viene.

Dedicado a Alfonso, el niño autista de nueve años de la playa que siempre perdía el bañador diciendo "huy, huy, huy" mientras lo tiraba a la marea, y a su madre. Jamás he visto tanta paciencia y amor.

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viernes, abril 28, 2006

Bichos raros


Bichos raros, niñas y niños, así nos ven las féminas a los hombres. No todas, las hay que dicen que somos más simples que el mecanismo de un sonajero. Y en esta evidente contradicción, buceando entre los recuerdos de conversaciones habidas en camas propias y ajenas, sillones abatibles y traseros de coches, sitios inverosímiles, ya sean públicos o privados, con frío o calor, comodidad o estrechez; he llegado a la conclusión de que hay tantas opiniones sobre nosotros como mujeres en el mundo - cosa que, por otra parte, me impulsa a seguir recabándolas sin descanso - y quisiera compartir con vosotr@s aquellas que me han parecido más graciosas, sinceras, complicadas y, ¿Por qué no?, groseras y desenfadas, serias y enfermizas. Lo que al mismo tiempo demuestra que el sexo crea una intimidad extraña entre las personas que lo practican y una comunicación que no depende del tiempo que hace que conozcas a la otra persona, o personas. Simplemente ocurre. Y digo yo que eso no es malo ¿O sí?

"No seás boludo. Los hombres sós como niños shiquitos. Pensás en el cipote como si fuera un juguete y buscás compañeras de juego, mientras más mejor. El man, vos, no sós un bisho raro, sós una especie aparte."
Maribel, uruguaya, pelirroja de pelo rizado y cuerpo pecoso, estudiante de Ciencias Políticas de ojos marrones, casi tan rojos como su pelo. Verla desnuda en una cama de sábanas blancas era todo un espectáculo en si mismo. Aguda, sin pelos en la lengua, capaz de reírse de su sombra sino tenía nada mejor a mano.

"El hombre es una contradicción que no se acepta a si misma. La mujer es sólo mujer mientras que el hombre es hombre y mujer al mismo tiempo. Eso los hace más vulnerables, menos estables, los convierte en blanco fácil de los defectos de los dos mundos que se debaten en su interior. La mujer es equilibrio y el sexo es la forma del hombre de llegar a vislumbrar ese equilibrio."
Binti Shuari, inglesa de padres hindúes - aunque parezca mentira esto me lo soltó cuando yo tenía la tierna edad de veinte años, estando los dos medio desnudos en unas escaleras laterales, en desuso, de acceso a la estación de metro de Green Park (Hoy día sería imposible echar un polvo en esos accesos del metro por culpa de las cámaras de seguridad), fumándonos un pitillo arrugado de un tabaco inglés asqueroso a medias. La había conocido cuarenta y cinco minutos antes - Es lógico que no se me olvide en la vida.

"Sois lo que sois. No podéis evitarlo, perdéis la chaveta por bajar unas bragas para ver lo que hay debajo. Para nosotras eso no es malo, os hace previsibles. Vivís la vida a través de vuestro pene. El problema está en dar con aquellos que lo sepan usar."
Lidia, madrileña, treinta y nueve años, un metro sesenta y muy poco, incansable en la cama, de lengua rápida, ojillos brillantes y cuerpo de atleta. Casada, dos hijos y un marido que le lleva veinte años. Horas y horas de conversación tras el sexo para seguir practicando sexo. Una vez estuvimos desde un viernes al medio día hasta un domingo por la tarde, cuarenta minutos antes de que saliera mi avión, sin bajarnos de la cama del hotel a excepción de ir al baño (Su marido estaba de viaje... nunca le he preguntado donde deja a sus hijos).

"Los hombres somos como animales que estamos hechos a medias. Frágiles y salvajes al mismo tiempo... ¿No has pensado en depilarte todo el cuerpo?"
Nando, homosexual, delgado, con un pene minúsculo en erección y capaz de asociaciones de ideas tan absurdas como la expuesta; dicha desnudo en un diván de su casa porque le hacía ilusión follar en aquel incómodo mueble. En continua búsqueda de pareja estable pero incapaz de ser fiel a nada que no sea su tremenda pluma. Por otra parte, un ser humano delicioso al que se le coge cariño enseguida. Siempre ampuloso y desmedido, siempre a punto de romperse como una pieza de porcelana que cuelga de una cuerda cogida con unas pinzas de ropa.

"- Sino fuera por esto... - dice agarrándome el pene en completa erección. - ... los hombres no serviríais para nada.- Sonrío.
- ¿No has pensado en comprarte un vibrador?-
- Necesito otro cuerpo contra el que restregarme.-
No me suelta el pene; lo aprieta, lo estruja, lo masajea, no deja de mirarlo.
- Pues hazte lesbiana, compra un vibrador de cinto, se lo pones y asunto arreglado.-
- No me gustan las tetas.-
- Ni los hombres.-
Sonríe mirándome de soslayo.
- Yo no he dicho eso.-"

Andrea, una tiquismiquis con la ropa puesta, capaz de hacer y dejarse hacer de todo sin ella. De derechas, seria hasta decir basta, funcionaria de Ayuntamiento, le gusta mandar. Según ella se acuesta conmigo porque jamás le he demostrado tenerle miedo o estar apabullado por ella. Su deseo más íntimo sería doblegar a todos sus semejantes - tiene alma de dominatrix, aunque no lo sabe - Me permitirá seguir acostándome con ella mientras no demuestre que le tengo cariño.

"- El olor, el sabor, el tacto, como tocáis, como os refrenáis, hasta que no podéis más, el calor de las manos, la musculatura tensa, lo ridículo de vuestro sexo fofo y la impresión de poder cuando está en erección, como razonáis, la avidez con la que nos miráis. Me gustan muchas cosas.-
- Bueno, ¿Y que es lo que no te gusta?-
- Que sintáis la necesidad de mentir para follar. Aunque eso lo aprendemos desde muy jóvenes. Por eso me atraen tanto los hombres que no fingen querer otra cosa que lo que quieren.-"

Auxi, andrógina, de ojos azul metálico, dulce, suave, siempre con su cuerpo pegado al mío, deseando besar y que la besen. Toda una maestra en contraer los músculos de la vagina, estrecha y corta, y, al mismo tiempo, aprisionarte con las piernas para evitar que le hagas daño en una embestida, moviendo la cadera para rozar su pubis contra el mío. De clítoris prominente, casi un pene en miniatura. Le gusta que la hagan reír. Me gusta hacerla reír.

"- Sino tuvierais esto...- dice señalándome el pene. - ... seríais perfectos.-
- ¿No te gustan los penes?-
- No me gusta que me penetren.-
pongo cara de extrañeza. La he visto mearse de gusto, perder el sentido y morderme el hombro sentada a horcajadas sobre mí para ahogar un gemido perdiendo el ritmo mientras sus caderas vibraban solas.
- Pues para no gustarte lo disimulas muy bien.-
- No digo que no me guste follar pero no que me penetren.-
- Te gusta follar pero no que te penetren. Es tal la contradicción que encierra esa frase que no sé si cambiar de tema de conversación.-
- Me jode que me guste tanto follar con un hombre. Sois animales simples de pensamiento lineal, llenos de pelo y arrugas, incapaces de sentir empatía...-
Empatía, esa es su palabra preferida. - ... por vuestros semejantes. Pero tenéis pene, sino tuvierais seríais prescindibles.-"
Ana, la conozco desde que tenía diecisiete años, elástica, fuerte, de mi altura, desequilibrada. Hija única. Presume de sufrir demasiada empatía hacia todo lo que la rodea, y que por ello sufre tanto. Llora por todo. No es feliz sino sufre y hace saber al resto del mundo que es así.

NOTA->
Esta conversación tuvo lugar hace unos seis meses. Desde entonces no he vuelto a acostarme con ella. Me llama todas las semanas un par de veces. Cada vez que pienso en ella me parece más peligrosa, cada vez que hablo con ella me da la impresión de que está peor.
He hablado con su primo y coincide en que no está muy bien. la negación del disfrute en conjunción con la necesidad del mismo es un problema mental grave,
niñas y niños. Si practicáis sexo y después sentís remordimientos, y no me refiero a remordimientos por haber engañado a vuestra pareja, o lucháis contra la necesidad de sexo y ello os crea desasosiego hasta que os veis obligados a practicarlo, para luego volver al ciclo del remordimiento y el desasosiego, consultad a un especialista. Lo digo en serio.

'Toda actividad natural en el ser humano está sujeta a procesos mentales. Cuando estos procesos juegan a negar la actividad corporal natural se convierten en procesos enfermizos que minan la actividad mental del individuo y ponen en peligro su equilibrio psíquico.'
Howard Gardner, profesor de psicología de la Universidad de Harvard y de neurología en la de Boston.
<- FIN DE NOTA

"- Los comprendo, los entiendo, me gustan sus cuerpos, como tocan, como acarician, sus facciones, como besan, su ternura, como se desbocan. Me desarman los hombres que me tratan como una señora, que se sientan conmigo a tomar un café y me cogen la mano, que caminando por la calle me ponen la mano por la cintura, que cuando estamos desnudos me tocan el pecho y me besan el cuello...-
- ¿Y que es lo que no te gusta de nosotros?-
- No me gustan los hombres que se acuestan conmigo por puro morbo, siempre terminan intentando echarme en cara que no soy mujer. Y si lo soy.-

René, delgada, ojos verdes, una de las mujeres más femeninas que conozco, veinticuatro años. Muy seria y de sonrisa tímida. Una rara avis que comenzó su proceso de transexualidad a los dieciséis, contra viento y marea. Estudiante de veterinaria, ha tenido la suerte de contar con una familia que la ha apoyado en todo. Ni se plantea efectuarse un cambio de sexo genital. Dice que su clítoris es, con diferencia, mejor que uno de nacimiento. Su mayor ilusión en la vida es ser feliz.

Niñas y niños, ni están tod@s l@s que son, ni son tod@s l@s que están, pero creo que es un ejemplo de lo que pensáis sobre los hombres, ya digo, somos desde bichos raros a simples como sonajeros. Un@s nos veis como personas, otr@s como adminículos del pene; un@s veis, para bien o para mal, el conjunto, otr@s sólo el interior de nuestros carzoncillos.
Sería ridículo que yo intentara definir al género masculino, bajo mi punto de vista tan ruin, mezquino, dulce, inteligente y hermoso como el femenino - aunque estéticamente me parezca más bello el femenino.- pero es porque yo prefiero el sexo con personas, no con géneros en particular. Al fin y al cabo... yo también soy persona, nen.

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domingo, abril 23, 2006

La belleza de la genitalidad


Niñas y niños, hace dos días lucecita, que tiene un blog de lo más recomendable, me metió en un pequeño embolado con otro post mío en el que hablaba sobre la fealdad de la genitalidad masculina (nuestro badajo, vamos). Lo gracioso del caso es que una buena samaritana, a raíz de la polémica que ha suscitado, me ha enviado la foto que veis aquí arriba con el simple texto "Lo nuestro es más feo".

NOTA: Muchísimas gracias por la foto, samaritana.

Yo siento seguir discrepando, incluso ante esta foto sacada con un móvil, a través de un espejo y con la luz dando de pleno en el cristal, sigo pensando que los genitales femeninos son estéticamente más bonitos. Pero yo diría que esto es lo de menos. Es indudable que hay genitales masculinos que son más bonitos que otros, como hay genitales femeninos que son más bonitos que otros.

Digamos que esta controversia no tiene mucha lógica, o sí, porque es lógico que a mi me parezca más estética la femenina, que es lo que no tengo, y a lucecita la masculina.

El envío de la foto de la samaritana me ha dado una idea, que si me permitís me gustaría compartir.

¿Qué os parecería hacer un concurso de belleza... genital?

Lo estoy diciendo muy en serio. La idea sería crear una galería, que engancharé al blog, en la que dichas genitalidades serán expuestas - sin nombres, claro- y cualquiera pueda votar por ellas. Digamos que en el caso de l@s ganadores, y siempre que lo permitan, si que se expondrán sus nombres.

Vosotr@s decidís.

Si hay suficiente aceptación con el tema crearé la galería en un par de días, ¿Qué me decís, niñas y niños?

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